El Lutier
Pablo Hernán Rueda (1950 – La Palma, Cundinamarca), lutier especialista en la fabricación de instrumentos de cuerda pulsada, entre los que se destacan el tiple, la bandola, el requinto y el cuatro. Rueda, iniciado en la construcción de instrumentos de la mano del maestro Ciro Calvo en el año de 1966, también ejerció la lutería durante varios años en talleres como los de los maestros Gonzalo Morales y Alberto Paredes.
Desde el año 1990, Pablo Hernán Rueda trabaja en su propio taller. Sus instrumentos —producto de un trabajo cuidadoso y constante, respetuoso tanto con la materia prima y el oficio del artesano como con la disciplina y sensibilidad del músico— son elaborados con una gran destreza técnica perfeccionada a lo largo de los años, lo cual ha merecido que un instrumento fabricado por sus manos sea un producto de gran valor para los mejores intérpretes de la música colombiana debido a sus cualidades ergonómicas y su calidad sonora. Agrupaciones como Trío Palos y Cuerdas, Trío Nueva Colombia, Único Trío, Agrupación Improntus, Camerata Colombiana y Dueto Primavera, entre otros, cuentan con instrumentos producidos en el taller de este lutier.
Durante los últimos años, la labor de Rueda como lutier y promotor de la música colombiana ha sido objeto de varios reconocimientos. En el año 2007, la organización Musicantes bautizó con su nombre la recién creada Escuela de Tiples en Pamplona, Norte de Santander. Durante el XIII Concurso de Música Andina Colombiana Infantil y Juvenil “Cacique Tundama”, realizado en el año 2009, el maestro Pablo Hernán Rueda fue homenajeado “en reconocimiento a su excelsa labor y creatividad artística”. En el marco del Festival Internacional de la Cultura, realizado en Tunja, Boyacá, en el año 2011, se le otorgó el Premio “Por toda una vida de consagración a las artes colombianas”. Así mismo, este lutier recibió un homenaje en el XXX Festival de la Feijoa, realizado en Tibasosa, Boyacá, en el año 2017. Otros reconocimientos se han materializado en piezas musicales, como es el caso de dos bambucos dedicados al lutier, ambos titulados Pablo Hernán: uno compuesto por José Ricardo Bautista, otro compuesto por Juan Pablo Hernández.
Su obra
La técnica
En medio de la lenta pulida del diapasón de una bandola, el maestro echó del taller al pupilo; le dijo que se fuera porque no había aprendido nada. Herido en su orgullo, Pablo le juró que con el tiempo haría más y mejores instrumentos y que, cuando ese día llegara, Ciro se tragaría sus palabras. A partir de entonces, volverse lutier se le convirtió en un reto.
Hay que escoger tablones con vetas gemelas, maderas secas y sin nudos, dimensiones precisas y durezas adecuadas. En el taller reciben desde muebles antiguos hasta escombros maderables de demoliciones.
Si Pablo hace veinte tiples siguiendo el mismo patrón, es imposible que den el mismo sonido. Por el tipo de madera, por una lijada de más, incluso por el estado de ánimo: “Si estoy de mal genio, no hago instrumentos. Si algo me dio rabia, voy por mi tinto y vuelvo”. La madera está viva y pide respeto.
Con mucha entrega y dedicación. Yo soy el artesano, el gerente de mi empresa pero también soy el barrendero, el mensajero y el obrero. Este negocio es unitario, yo trabajo solo y no tengo ayudantes, de ahí se deriva el valor, la calidad, el sonido y la afinación de mis instrumentos. Es muy poca la maquinaria que manejo y el éxito está en que son elaborados con mis propias manos.
Los artistas y algunas personas lo valoran pero en general nuestra labor pasa desapercibida. No es lógico que lleguen luthiers del extranjero a dictar conferencias como si en nuestro país no existieran profesionales en esta área. Hay pocos pero los hay, el problema es que no creen en nosotros. Y es triste ver cómo los colombianos con gusto compran guitarras de 2.000 dólares a extranjeros que llegan a venderlas, nosotros se las ofrecemos a 250 dólares y aún así nos piden rebaja.
Hace aproximadamente 10 años decidí entregar instrumentos a los concursos y a las escuelas de formación porque es una forma de fomentar la cultura. En los concursos me gusta que los instrumentos los reciban no siempre los mejores intérpretes del concurso sino quienes más los necesiten. Recuerdo que en una versión del Concurso Nacional de Duetos de Cajicá un muchacho fue a concursar con un tiple prestado y por fortuna ganó el concurso, nunca antes había visto a alguien tan feliz de recibir este premio. Me da mucha alegría regalar felicidad porque eso es lo que significan los instrumentos y la música en general.
“Yo toco madera y siento una
energía inexplicable”
Los músicos




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